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NOVES TECNOLOGIES APLICADES A L´ESCOLA

EDUCACIÓN

DIFICULTADES EN LA ESCUELA

DIFICULTADES EN LA ESCUELA

Ω Vivimos inmersos en un diluvio de datos. La dificultad de asimilarlos crece en la medida que aumenta la diversidad y complejidad así como la de los canales por medio de los cuales se vierten. El nivel de datos disponibles puede llegar a bloquearnos totalmente.

Ω Estamos hablando de datos y no de información para poner de relieve una característica muy especial de nuestra época: La confusión entre datos e información y entra esta última y el conocimiento.


 
Ω El nivel medio cultural que se requiere para la compresión de un texto es cada vez más elevado. Estamos en la era de la información y sin embargo el nivel de confusión parece estar creciendo. De ahí la importancia del papel de la escuela para contribuir al logro del cambio de la información en conocimiento y de la tecnología en comunicación.

Ω Los alumnos han de encontrar en la escuela todo aquello que está presente en la sociedad y la cultura en la que viven; la escuela ha de ser la circunstancia dinamizadora de la vida individual en el seno de la propia sociedad. En una sociedad del conocimiento y de la comunicación la misión de la escuela es la de ofrecer los elementos que permitan el desarrollo y la capacidad de aprender: a la escuela vamos a iniciar el aprendizaje de aprender. El saber aprender es el mejor fruto que puede ofrecer la escolarización.

Ω En este sentido, en la escuela deben estar presentes todos los medios que la sociedad tiene para ofrecer información: libros, periódicos, radio, televisión, ordenador... nada puede ser ajeno a la escuela porque nada es ajeno a la vida del alumno.

Ω En cualquiera de las áreas en las que está dividido el panorama académico no importan que se trate de lenguas, idiomas, matemáticas, física, ética o música, en todos ellos se puede realizar el ejercicio de adiestramiento en la búsqueda de información o de unos datos adecuados al planteamiento de un supuesto o de un contexto real. Esto supone, por parte del profesorado, un cambio en la perspectiva desde la que contempla su función; en ofrecer más elementos de búsqueda que soluciones previas; en proponer actividades más que en presentar ejercicios escolásticos descontextualizados y anacrónicos. No es sencillo, pero sí estimulante, al intentar el equilibrio entre lo estricto y convencionalmente académico y estas nuevas maneras de hacer.

Ω Por otra parte el desarrollar actividades comunicacionales, el contactar con otros grupos en escuelas geográficamente distantes, es una actividad que merece especial atención si se pretende que los alumnos y alumnas vivan y conozcan como algo real la virtual presencia de culturas distintas, tal y como puede constatarse en los programas de todo tipo que nos ofrece indiscriminadamente los medios audiovisuales de difusión.

Ω Conscientes de estas características de nuestro tiempo es preciso descubrir nuevas sendas por las que caminar para poder enseñar nuevas actividades valoradas con un alto potencial de aprendizaje para el alumno. Y como dijo el poeta: “Aprende a diferenciar / las cosas que son mentira / de las que cosas que son verdad”.

Ω Vivimos inmersos en un diluvio de datos. La dificultad de asimilarlos crece en la medida que aumenta la diversidad y complejidad así como la de los canales por medio de los cuales se vierten. El nivel de datos disponibles puede llegar a bloquearnos totalmente.

Ω Estamos hablando de datos y no de información para poner de relieve una característica muy especial de nuestra época: La confusión entre datos e información y entra esta última y el conocimiento.

Ω El nivel medio cultural que se requiere para la compresión de un texto es cada vez más elevado. Estamos en la era de la información y sin embargo el nivel de confusión parece estar creciendo. De ahí la importancia del papel de la escuela para contribuir al logro del cambio de la información en conocimiento y de la tecnología en comunicación.

Ω Los alumnos han de encontrar en la escuela todo aquello que está presente en la sociedad y la cultura en la que viven; la escuela ha de ser la circunstancia dinamizadora de la vida individual en el seno de la propia sociedad. En una sociedad del conocimiento y de la comunicación la misión de la escuela es la de ofrecer los elementos que permitan el desarrollo y la capacidad de aprender: a la escuela vamos a iniciar el aprendizaje de aprender. El saber aprender es el mejor fruto que puede ofrecer la escolarización.

Ω En este sentido, en la escuela deben estar presentes todos los medios que la sociedad tiene para ofrecer información: libros, periódicos, radio, televisión, ordenador... nada puede ser ajeno a la escuela porque nada es ajeno a la vida del alumno.

Ω En cualquiera de las áreas en las que está dividido el panorama académico no importan que se trate de lenguas, idiomas, matemáticas, física, ética o música, en todos ellos se puede realizar el ejercicio de adiestramiento en la búsqueda de información o de unos datos adecuados al planteamiento de un supuesto o de un contexto real. Esto supone, por parte del profesorado, un cambio en la perspectiva desde la que contempla su función; en ofrecer más elementos de búsqueda que soluciones previas; en proponer actividades más que en presentar ejercicios escolásticos descontextualizados y anacrónicos. No es sencillo, pero sí estimulante, al intentar el equilibrio entre lo estricto y convencionalmente académico y estas nuevas maneras de hacer.

Ω Por otra parte el desarrollar actividades comunicacionales, el contactar con otros grupos en escuelas geográficamente distantes, es una actividad que merece especial atención si se pretende que los alumnos y alumnas vivan y conozcan como algo real la virtual presencia de culturas distintas, tal y como puede constatarse en los programas de todo tipo que nos ofrece indiscriminadamente los medios audiovisuales de difusión.

Ω Conscientes de estas características de nuestro tiempo es preciso descubrir nuevas sendas por las que caminar para poder enseñar nuevas actividades valoradas con un alto potencial de aprendizaje para el alumno. Y como dijo el poeta: “Aprende a diferenciar / las cosas que son mentira / de las que cosas que son verdad”.

Adolfo Torrecilla,

Adolfo Torrecilla,

Nada más inaugurar su mandato, George Bush ha anunciado una serie de medidas para intentar elevar el nivel de calidad de la escuela pública. En el país más poderoso del mundo, la escuela es un eslabón débil. Pero también en el conjunto de Occidente se tiene la impresión de que la escuela no está cumpliendo su cometido. Analizando la experiencia sueca, que ha sido modelo para sucesivas reformas educativas promovidas por partidos socialistas europeos, Inger Enkvist se plantea en "La educación en peligro" los motivos de este deterioro de la calidad de enseñanza.

Inger Enkvist es doctora de Letras por la Universidad de Goteborg (Suecia) y en la actualidad ocupa la Cátedra de Español en la Universidad de Lund. También ha publicado múltiples obras sobre pedagogía. La educación en peligro se basa en experiencias propias en la enseñanza en el nivel superior de la primaria, la secundaria, la escuela de adultos y la universidad, así como en años de conversación con docentes y visitas a escuelas tanto de Suecia como de otros países.

Con su libro, la autora quiere llamar la atención sobre las ideas que están detrás de los cambios introducidos en la enseñanza sueca a partir de 1970 y que han provocado de manera paulatina el desprestigio de un sistema que siempre fue un orgullo para sus habitantes. Sus críticas se dirigen a los gobernantes que, con el encomiable deseo de combatir las desigualdades sociales de origen y extender la democracia a la escuela, han desvirtuado el sentido de la educación. Pero la experiencia de Suecia es extensible también a otros países, que durante muchos años han imitado las reformas pedagógicas suecas. Y, de hecho, el libro contiene abundantes referencias a otros países.


Una imagen romántica del niño

Inger Enkvist comienza su análisis describiendo la visión del ser humano que hay detrás de las tendencias pedagógicas que han revolucionado la educación durante el siglo XX. Predomina una imagen romántico-roussoniana según la cual los niños son creadores por naturaleza, mientras que la sociedad (y la escuela tradicional) destruyen esta capacidad innata. La enseñanza actual debería educar sin imposiciones de ningún tipo, dejando que sea el alumno el que, a su ritmo, desarrolle sus intereses y sus habilidades.

Para Enkvist, “lo curioso de los famosos pedagogos del siglo XX es que la mayoría son románticos y no son amigos de la escuela, de la lectura o de los profesores. Tampoco tienen mucho que decir sobre por qué se debe aprender algo. En lugar de esto, hablan de qué método se debe usar para aprender”.

Inger Enkvist se muestra radicalmente crítica con algunas de las ideas que han ido quedando de estos teóricos, entre los que incluye a John Dewey, Jean Piaget, Freinet, Paulo Freire... En su libro recoge qué aportaciones de cada autor han pasado a formar parte de la pedagogía que sustenta las reformas educativas del modelo sueco.


La intocable autonomía del alumno

Las críticas más fuertes de la autora están dirigidas a la insistencia en la autonomía de los alumnos y al predominio de las tecnologías de la información.

Si la autonomía de los alumnos es intocable, estos acaban por rebajar los objetivos educativos, adaptándolos a su antojo. Quizá esta inclinación por el ritmo subjetivo y la falta de exigencia esté en la raíz del creciente descenso del nivel de conocimientos. Algunos teóricos disfrazan esta caída en picado de la pedagogía de los contenidos como adaptación a los nuevos cambios sociales. Como cada alumno es autónomo y debe llevar su propio ritmo de aprendizaje, no tiene sentido imponer ni calificaciones ni recuperaciones, algo que se considera una perniciosa secuela de los sistemas educativos tradicionales.

El alumno se confecciona así un menú educativo a la carta, eligiendo lo más apropiado para sus gustos e intereses. Esto, que parece el máximo ejemplo de libertad, es un craso error pedagógico, afirma Enkvist, pues se le está dando a los alumnos una serie de facultades para las que no están preparados: los alumnos ni tienen libertad para elegir lo mejor (lo confunden con lo más fácil), ni saben todavía comportarse de manera independiente (pues no han desarrollado de manera suficiente su carácter): “Cuando permitimos a los alumnos elegir lo que van a estudiar, es decir, también elegir el disminuir la cantidad de lo que aprenden, en realidad creamos un nuevo proletariado de jóvenes que han sido distraídos pero que no saben nada y no tienen base alguna para el desarrollo posterior”.

Con esta manera de actuar, “dejamos estancados a los alumnos provenientes de ambientes culturalmente pobres, ya que la escuela era la única posibilidad de contacto con la literatura, la historia y el arte para ese grupo. Así, los animamos a una forma de vida no reflexiva, dispersa y consumista; en resumen, a que se dejen distraer. Los invitamos a la pereza intelectual y sentimental, no a la libertad”. Y como la escuela ya no presenta modelos de vida, los alumnos se los buscan por su cuenta “y los encuentran en otros planos donde dominan los intereses comerciales”. En este sentido, la autora coincide en su análisis con el de la académica francesa Jacqueline de Romilly en su libro El tesoro de los saberes olvidados (ver servicio 2/00).


Recuperar aspectos olvidados

Aunque Inger Enkvist no añora una idílica escuela de otros tiempos, propone recuperar algunos aspectos olvidados, que siguen siendo fundamentales en la enseñanza. Entre ellos:

— No confundir pensamiento con información. “Algunas personas no han entendido que no podemos pensar sin ideas y que para buscar información debemos tener primero una idea de lo que queremos encontrar”. El tiempo escolar debe estar más volcado a desarrollar el pensamiento: “No es información lo que necesitamos, sino entender el mundo”.

— Recuperar el lugar de la memoria dentro de los procesos de aprendizaje. “Cuando se habla de la memoria en el contexto escolar –escribe Enkvist–, lo cual casi nunca se hace, es para decir que no se necesita aprender detalles (...), sino que es suficiente con saber cómo buscar la información”. Sin embargo, “la subvaloración de la memoria ha influido en la manera en la que la adquisición del conocimiento se controla en la escuela. Puesto que se menosprecia la memoria, ha sido también despreciable mostrar el contenido de esa memoria, por ejemplo, en las pruebas escritas”.

— Defender la importancia de la lectura. Para Enkvist, “la falta de entrenamiento de lectura y de escritura lleva a una infantilización de los jóvenes; los alumnos no desarrollan hábitos de trabajo intelectual”. El entrenamiento idiomático es la base para la construcción de todo un sistema de aprendizaje, infravalorado en la actualidad pero que no ha sido sustituido por nada.

— Lograr la sintonía entre la escuela y los padres. En este sentido, la situación en Suecia es un tanto especial, pues durante años ha funcionado un discurso que presentaba a la familia como un obstáculo para el desarrollo del individuo. Muchos padres de hoy ni tienen confianza en sí mismos ni saben cuáles son sus responsabilidades. Para ayudarles a desempeñar sus tareas, están proliferando en Suecia las “Escuelas de Padres”.

"Criterios para la elección de buenos libros infantiles y juveniles", por Luis Daniel González,

Las personas que desean escoger buenos libros de Literatura infantil y juvenil (LIJ) siempre se plantean cómo discernir, entre la gran producción actual, cuáles pueden ser los mejores o los más apropiados para un lector concreto. En la opinión que acaban formándose pesa la idea que se hacen del libro antes de leerlo, e influyen luego las actitudes con las que lo leen y, sobre todo, las armas críticas que poseen para juzgarlo. Podríamos decir que, tanto para un padre o un profesor que tienen la preocupación de acertar con las lecturas que proponen a sus hijos y a sus alumnos, como para el crítico que desea facilitárselo, las preguntas son: ¿cómo es la crítica real de LIJ?, ¿cómo sería una crítica ideal de LIJ?


El ruido del sistema

Un libro, y antes la noticia sobre un libro, nos acaba llegando después de un largo proceso en el que han intervenido escritores, editores, traductores, libreros, publicistas, profesores, periodistas, críticos, lectores, instituciones... Todos sabemos que los engranajes entre todas estas piezas no están siempre igual de limpios. Así, la escritora es colaboradora del suplemento donde se reseña su libro, el crítico más renombrado es quien comenta la novelita que ha preparado en sus ratos libres el consejero delegado de la empresa, el autor premiado fue hace pocos años el presidente de la institución que otorga el premio... O bien, los propietarios del periódico donde se informa tan positivamente de los méritos del libro, lo son también de las editoriales que lo publican o de la red de colegios donde se recomienda en las clases... También los denuestos contra un libro quizá obedecen a que su autor o su contenido no sintonizan con la dirección política del medio o del crítico, o el silencio en torno a él puede deberse a que no interesa promocionar lo más mínimo a los del pueblo de al lado, e incluso se puede ignorar a Marcelino pan y vino a la hora de confeccionar la lista de los 100 mejores libros españoles de LIJ...

Dejando de lado que todo este laborioso entramado de motivos —de amistad, comerciales, ideológicos...— no siempre da resultados nefastos, y subrayando que no es un buen camino cuestionar las intenciones de nadie, es evidente que hay distintos talantes a la hora de hablar de un libro. A unos les interesa subrayar su valía objetiva, los hay que son puros intermediarios irreflexivos que se conforman con opiniones ajenas, a otros no les importa si el libro tiene o no algún mérito con tal de que dé dinero... Tal vez en un mundo ideal deberíamos ignorar el alboroto del sistema cultural —premios, presentaciones, publicidad, polémicas...—, y podríamos evitar el influjo de factores ajenos al valor del libro mismo —la extravagancia del escritor en una entrevista, la moda del momento...—. Pero, además de que no estamos en un mundo ideal, quizá sin propaganda no conoceríamos muchos productos, y es seguro que parte del discernimiento que hoy hace falta es, justamente, saber filtrar los ruidos de fondo.


Las reseñas de libros

La primera orientación acerca de un libro empieza en las reseñas meramente informativas, necesarias si se quiere contar con un primer avance de las novedades. Contando con que no todos los periodistas pueden tener una formación completa y con que la estructura de su trabajo no suele permitirles la pausa conveniente, este trabajo será digno si se abandona cualquier tono publicitario, si no se habla de oídas, si se advierte al lector cuando se reproduce acríticamente la nota de prensa que distribuye la editorial. También el bombo a una obra o un autor debido a que, por alguna razón, es noticia, puede darse con más o menos equilibrio: los elogios sólo tienen valor cuando quien los concede tiene peso, no es un favor recibir alabanzas de los ignorantes.

Quien busca una crítica de más nivel espera datos sobre la calidad objetiva del libro y que se valore cuál puede ser su posible recepción. En ese trabajo caben distintos grados de acierto, según la cercanía mental del crítico a los lectores potenciales, y distintos grados de profundidad, según el conocimiento que tenga de asuntos tales como la historia de la LIJ, las tendencias de la producción actual, los estudios de los especialistas, etc.

En general cabe decir que, si un criterio práctico es no fiarse de la publicidad y pedir consejo a quien está en condiciones de darlo, más aún en la LIJ, donde además del conocimiento de primera mano de los libros es básica la conexión con los niños. Desde ópticas muy distintas en ese caso pueden estar padres muy lectores, bibliotecarias, profesores, algunos libreros...


Actitudes equivocadas

Situado ya delante de un libro de LIJ lo primero que debe decirse al lector es que lo lea con un planteamiento mental abierto, algo incompatible con pensar que un libro «debe ser» de una determinada manera. Es el error de Roald Dahl cuando, a través de su personaje Matilda, dice que un libro para niños debe siempre tener pasajes cómicos y, en cierto modo, descalifica las obras de Tolkien y de Lewis por no tenerlos. En positivo sólo se puede afirmar algo tan vago como que cada libro ha de tener los rasgos formales y de fondo, la dosis de humor o de realismo o de fantasía, que pretenda y necesite tener.

Por el contrario, si no es posible establecer unos criterios acerca de lo que un libro debe ser, sí se puede pensar con más claridad en lo que «no debe ser». Aquí sucede igual que con los preceptos morales: los únicos que tienen una validez universal e incondicionada son los negativos pues la experiencia nos dice que determinadas actuaciones y líneas de conducta llevan siempre al fracaso. Del mismo modo se puede afirmar que también hay trampas y talantes en los que nunca debe caer un autor, sean cuáles sean sus aspiraciones, tanto si desea ganar dinero y prestigio a cualquier precio como si sus intenciones de ayudar al niño a ser bueno son rectísimas.


Tres ejemplos

Astrid Lindgren da una pista cuando rechaza los libros que hacen guiños a los adultos por encima de los niños. Por ejemplo, explica la escritora sueca, parodiar el acta de una reunión oficial no tiene sentido cuando ningún niño ha leído nunca un acta de sesiones. Se pueden incluir cosas que diviertan a niños y mayores, se puede tener en cuenta que cada uno entiende más o menos en función de muchas cosas, pero nunca se ha de intentar ser más pícaro de la cuenta en busca de sonrisas y aplausos... del adulto, pues eso es una desfachatez con el niño y, por tanto, es siempre fraudulento en la LIJ.

Un segundo ejemplo lo pone Tolkien cuando pide respeto hacia la inteligencia del niño y que se use un vocabulario preciso, incluso por encima de su nivel, pues todos necesitamos una literatura que nos sobrepase y nos eleve. Obviamente, a cada chico hay que tratarle según su edad y su madurez, y cada tipo de relato tiene unos objetivos y unas leyes propias. Hay una edad para los cuentos de ardillitas y hay una edad para los relatos de iniciación: lo que importa es que lenguaje y contenido formen un conjunto armónico, y que se trate con respeto la capacidad del lector.

Y podemos recurrir para un tercero a Borges cuando, a propósito de Alicia en el País de las maravillas, comenta el peligro de puerilidad que corren los autores de libros infantiles. Obviamente, la puerilidad no está en la poesía infantil de Gloria Fuertes, que se dirige a lectores pequeños con el objetivo de abrir pasillos hacia los significados y hacia la sensibilidad a través de los sonidos y los ritmos. Está más bien en los escritores que se dirigen a los niños con el espíritu del turista que piensa que cualquiera le puede comprender si habla muy alto y despacio, y que no saben «emplear palabras corrientes y decir cosas extraordinarias», receta de Schopenhauer que Astrid Lindgren repetía.


Méritos y fallos

De todos modos, aunque los ejemplos del apartado anterior sean importantes y podrían ser más, el rechazo a cualquier falsedad de fondo en un libro debe provenir de una valoración sobre lo que la obra es y no sobre lo que la obra no es: a quien mira como a través de sus preferencias personales quejándose de lo que falta y de las posibilidades desperdiciadas, hay que animarle a que se ponga él mismo a escribir. Y esto no es sarcástico: grandes libros para niños han nacido cuando sus autores no encontraban en el mercado lo que veían o creían que necesitaban sus hijos.

En ese juicio sobre un libro debe atenderse primero a características formales tales como el vocabulario, la estructura, las connotaciones... Los fallos en este nivel se sitúan también dentro de lo que «no debe ser» un libro, aunque puedan darse otros méritos que los compensen: vigor narrativo, interés del argumento, definición acertada de personajes, etc. Además, juzgar la calidad objetiva del libro también significa considerar en qué tradición se sitúa y qué contenidos tiene, por un lado, a qué público se dirige y con qué propósitos se presenta o se nos dice que fue concebido, por otro.

Señalar cómo encaja un libro en la tradición es imprescindible. Quien ignora los precedentes puede considerar bueno un libro que, realmente, repite y no mejora lo ya dicho. Por eso la fecha es importante, llegar el primero es distinto que llegar el quinto, el ingenioso no lo es tanto si sabemos que nos está contando como suyo un chiste copiado... Informar en relación a esto es básico para llevar a los jóvenes a la mejor literatura: conocer que algunos «best-seller» de Michael Crichton y sus películas consecutivas son en realidad meras puestas al día de clásicos de aventuras, ha cambiado la perspectiva de algunos lectores que conozco.

Otro aspecto a tener en cuenta es qué conocimiento de la realidad nos aporta un libro, si nos hace comprender mejor a las personas, si nos descubre alguna novedad o bien algo viejo con una perspectiva nueva... Siempre, pero quizá más en el caso de la LIJ, esto va unido al impacto que la obra causa en el lector: los elementos de aprendizaje y los modelos que se proponen pueden ser útiles para unos y desalentadores para otros, determinados mundos fantásticos pueden ser luminosos para unos e incomprensibles para otros... Esa recepción subjetiva no puede ignorarse y ha de intentar explicarse: un libro tan divertido y revelador como “Cosas de Ramón Lamote”, por ejemplo, puede hacer poca gracia y decir mucho menos a un lector no gallego.


El valor de las limitaciones

Y el propósito del autor o de las editoriales, que por algo presentan los libros por edades, también ha de considerarse. Como no es lo mismo dirigir un libro a niños de 6 años que a jóvenes de 18, es importante aclarar si el autor consiguió lo que pretendía u otra cosa. Meter un gol por casualidad no debe ser aplaudido como si fuera una muestra de talento. En esta dirección hay argumentos que son para mayores pero van escritos con lenguaje infantil pobre. O tramas elementalísimas escritas en prosa poética que sólo algunos adultos pueden apreciar. O tantas novelas críticas con errores educativos: si algo está mal hecho debe ser criticado, e incluso si se hace descompensadamente se podrá señalar que la crítica como tal es casi siempre preferible al silencio; pero a la vez conviene advertir que algo deja de ser correcto si está fuera de lugar: hay cuestiones cuyo su sitio no es una novela infantil o que a ciertas edades se deben plantear de otra manera. En definitiva la cuestión es que quien acepta el reto de dirigirse a un público determinado, en este caso infantil o juvenil, acepta una limitación más que no va contra la categoría de su obra sino al contrario: a un artista le gustan sus limitaciones, la esencia de toda pintura es el contorno, decía muy bien Chesterton.

Por tanto, la crítica particular de LIJ ha de considerar que, para dar en el blanco, un libro debe gustar a los destinatarios antes que al adulto. Y, segundo, que como los niños y los jóvenes son personalidades en formación, un libro puede cumplir de modo diferente las distintas funciones que se le pueden asignar: aumentar la destreza lectora; desarrollar la imaginación y, por tanto, la capacidad de pensar «creativamente»; mejorar la calidad del tiempo de ocio... Ahora bien, si cualquier libro infantil ha de ser un escalón hacia la mejor literatura, cuyo listón lo fijan obras como El Quijote o la Divina Comedia y autores como Shakespeare y Dostoievski, ya se ve que no estamos hablando sólo de recursos lectores y literarios sino de contenidos humanísticos y de comportamiento ético.


Lectores sinceros

Este aspecto, tan importante a la hora de juzgar el interés de un libro para un niño concreto, se ilumina con una jugosa digresión chestertoniana. El autor inglés divide a la humanidad en Pueblo, Poetas y Profesores o Intelectuales. Para nuestro tema donde dice Pueblo podríamos decir Niños y donde dice Poetas podríamos poner Autores de LIJ. El Pueblo tiene presunciones, designadas «lugares comunes», tales como la de que la infancia es encantadora o que un hombre luchando contra tres es un hermoso espectáculo. Estas ideas sutiles que el Pueblo experimenta pero no sabe expresar, son las que los Poetas pueden formular de tal manera que parecen ser las cosas profundas que realmente son: donde un hombre común oculta la emoción más original diciendo «Excelente abuelo», Víctor Hugo habría escrito «L´art d´être grand-père». Pero si los Poetas elevan los sentimientos populares al grado más alto, debemos recordar siempre que sólo son sus guardianes. Ningún hombre pudo jamás escribir una buena poesía para demostrar que la infancia es repulsiva o que resulta despreciable que un hombre cruce su espada contra otros tres. Los individuos que pueden sostener este tipo de cosas son los Profesores o Intelectuales majaderos. Son Poetas quienes se alzan sobre el Pueblo entendiéndolo, como hizo Dickens por ejemplo. Son Intelectuales majaderos quienes se alzan sobre el Pueblo rehusando comprenderlo, diciendo que sus turbias y extrañas preferencias son prejuicios y supersticiones. Los majaderos hacen que el Pueblo se sienta estúpido, los Poetas hacen que el Pueblo se sienta sabio.

Los niños como lectores tienen la ventaja de que son siempre sinceros: si un libro les gusta lo leen y si no lo dejan. La historia de la LIJ va dejando un rastro de libros que los niños han leído y siguen leyendo siempre «con previo fervor y una misteriosa lealtad», como decía Borges de los clásicos. En ellos se ve claramente cómo los buenos autores conectan con los niños y, al hacer que se sientan sabios y tratarles como a sabios, los hacen sabios de verdad. Los malos autores, aunque no dejan sus obras en la historia, sí actúan en el presente haciendo que sus lectores se sientan estúpidos y convenciendo a no pocos adultos de que a los niños en realidad les gustan otras cosas de las que dicen que les gustan. Dicho de otro modo: desconfíen de un cuento para niños que no diga claramente que un pirata es siempre un pirata, por más que tenga su corazoncito y pueda ser un extraordinario navegante.


NOTAS

Este artículo fue redactado antes de la lectura de “Siete llaves para valorar las historias infantiles”, de Teresa Colomer y otros autores (Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2002; 239 pp.). Quien esté interesado en ver con más detalle cómo ha de ser una crítica de un libro infantil y juvenil agradecerá conocerlo. Con ejemplos de obras concretas, cada capítulo trata un aspecto diferente: el álbum ilustrado, cómo se organiza una historia, cómo es la voz narrativa, la calidad del texto y de las imágenes, definición de personajes, cómo amplía la narrativa los horizontes del lector, la tradición literaria o los préstamos que unas obras toman de otras... Al final de cada capítulo se añaden útiles observaciones señalando los fallos más comunes en cada uno de estos apartados.

La cita de Astrid Lindgren está tomada del jugoso “Breve diálogo con un futuro autor de libros infantiles”, artículo recogido en su obra autobiográfica Mi mundo perdido (Samuel August frán Sevedstorp och Hanna i Hult, 1975). Barcelona: Juventud, 1985; 93 pp.; trad. de Herminia Dauer.

La mención a Tolkien se refiere a un texto de sus “Cartas” que es la cita introductoria de “Bienvenidos a la Fiesta”.

La primera cita de Borges acerca de Alicia está en “Prólogos con un prólogo de prólogos”, Madrid: Alianza, 1998; 270 pp.; col. Biblioteca Borges, El Libro de Bolsillo.
La segunda cita está tomada de una conferencia de Carlos García Gual titulada “El viaje sobre el tiempo o la lectura de los clásicos”, pronunciada en un ciclo de conferencias organizado en 1998 por el Grupo Santillana bajo el título genérico «La educación que queremos». Fue publicada en la revista “Primeras Noticias – Literatura infantil y juvenil”, y está disponible en www.indexnet.santillana.es/rcs/_archivos/documentos/general/garciagual.doc.

La cita de Chesterton de El valor de las limitaciones está en El suicidio del pensamiento, capítulo de Ortodoxia (Orthodoxy, 1908); Barcelona: Alta Fulla, 2000, 2ª ed.; 187 pp.; col. Ad litteram; trad. de Alfonso Reyes.
La larga cita de Lectores sinceros está tomada de Las tres clases de hombres, uno de los ensayos contenidos en Alarmas y digresiones (Alarms and Discussions, 1910); contenido en Obras completas, tomo I; Barcelona: Plaza & Janés, 1967; 1676 pp.; trad. de Teresa Reyles.

"LA ENSEÑANZA DIFERENCIADA",Por Cristina Hoff Sommers, (Expansión, 28.IV.04)

La filósofa y escritora feminista estadounidense es una de las voces que, tras el 11-S, ha invitado a sus compatriotas a abrirse al mundo. Aboga en Madrid por la educación separada.Chulo

Cristina Hoff Sommers es una vieja conocida de los lectores y espectadores estadounidenses. Muchos de los programas de prime time en aquel país han acogido sus comentarios en debates sobre el feminismo –la cuestión por la que más se le conoce-, los malos tratos o las dificultades por las que pasan los chicos en las escuelas mixtas de Estados Unidos.Llorando

Sommers es una defensora de la educación diferenciada por sexos, y basa sus argumentos en que “décadas de investigación en neurociencia, endocrinología, genética y psicología, sugieren que existen diferencias entre sexos en las aptitudes y preferencias, que son innatas y no creadaspor la sociedad”. Sommers defiende la decisión de que la educación sea separada, aunque no cree que esta sea la única solución. Para la pensadora estadounidense, “muchos padres creen que enviar a sus hijos a un colegio sólo para chicos o sólo para chicas es algo pasado de moda o arcaico. Paradójicamente, esta modalidad está de acuerdo con los tiempos modernos y constituye una tendencia en alza”.Avergonzado

Entre las diferencias biológicas que influyen en la educación está el hecho de que los chicos cuentan con mejores capacidades de razonamiento espacial, mientras que las chicas tienen más capacidad verbal; el género masculino es más propenso a correr riesgos, y el femenino es más maduro; los chicos prefieren la acción, la competencia y los objetos inanimados, y constituyen unj grupo que no emplea demasiado tiempo en hablar de sus propios sentimientos. Además, se dejan seducir por fantasías agresivas. Las diferencias biológicas, por tanto, han de transmitirse en una forma de educación distinta a cada sexo.Sin palabras

Qué funciona según quién

Sommers hace referencia a algunas medidas que funcionan especialmente con los chicos y otras que son especialmente adecuadas para las chicas. En el caso del género masculino, conviene que los niños conviene que los niños se encuentren un ambiente estructurado y que se haga énfasis en cómo se han de organizar; que se apliquen sanciones si no se realiza el trabajo requerido; menos ficción y más libros sobre cuestiones y cosas concretas; clases divididas en grupos donde todo sea competición...

Las chicas no necesitan un control tan estricto. Trabajan bien en pequeños grupos, en clases tranquilas y creativas. Conviene interesarlas pronto en actividades deportivas de equipo, y necesitan más atención en materias como las matemáticas o las ciencias. Las chicas tienden a minusvalorar sus habilidades, y necesitan aliento constante (al contrario que los chicos, que suelen sobreestimar sus capacidades, incluso cuando no las tienen).

Sobre el movimiento feminista, Sommers recuerda que cambió su tendencia feminista radical: en la década de 1960 había que abrir muchas puertas para lograr la igualdad. Fueron años duros de gran lucha, pero a partir de 1980 todo cambió, y no está de acuerdo con esa lucha radical del feminismo por el feminismo. “Lo que no se puede hacer es pasarse al otro lado. Somos iguales, pero tenemos diferencias clarísimas. En este punto exacto me encuentro”.

El logro de la igualdad

Hoff Sommers se muestra contraria a la creación de un mundo hostil entre el hombre y la mujer. Cree en la complementariedad y en la ayuda mutua y está convencida de que en países como el suyo se ha llegado ya a un escenario de máximas posibilidades, un mundo abierto y toda clase de opciones para la mujer. “En países como Noruega o Finlandia, el hombre es ya el sexo débil, aunque en muchos países subdesarrollados es necesario cualquier tipo de feminismo para poner a la mujer en el sitio que debe estar”.

Por lo que se refiere a la violencia de género, un problema que el 56% de los españoles cree que ha aumentado en los últimos cinco años, Sommers sostiene que ha de combatirse desde muchos puntos de vista (la enseñanza de los niños, que el hombre sepa que no uede ejercer la violencia, que la mujer lo denuncie, la acción policial). Para Sommers es importante que la madre sepa que no es ella sólo quien recibe la violencia. Los hijos toman ejemplo, y aunque al principio les puede parecer terrible, pueden ser maltratadores al llegar a adultos.

Christibna Hoff Sommers es escritora, filósofa y profesora. Es conocida en Estados Unidos por sus libros sobre educación, feminismo y tendencias sociales, así como por su defensa de los derechos de la mujer y del movimiento feminista estadounidense. Precisamente su libro “¿Quién robó el feminismo?” le ha dado gran fama: en él, Sommers argumenta que una serie de grupos sociales minoritarios se han apropiado de este movimiento igualitario “robando así el auténtico sentido del mismo”. Para Sommers, el movimiento feminista se ha convertido en un movimiento antihombres y en un foro promujeres.

POR QUÉ RECICLAR

Por qué reciclar


La mayor parte de los residuos, debidamente gestionados, pueden ser aprovechados para la fabricación de nuevos productos.

Para poder reciclar los residuos, solamente hacen falta dos condiciones:

Que el material sea reciclable
-Que el residuo no se abandone de forma indebida, sino que sea depositado en el lugar adecuado para su recuperación.


¿Por qué reciclar? Las ventajas del reciclado son muchas:

Se reduce la cantidad de residuos que van a vertedero, permitiendo así que estas instalaciones tengan una vida más larga y no haya que buscar suelo para otras nuevas.
Se reduce e incluso se eliminan los residuos que quedan diseminados por todo el territorio, disminuyendo la contaminación de los espacios naturales.
Se reduce el consumo de materias primas para la fabricación de nuevos productos, con lo que ello supone de ahorro económico y medioambiental.
Se reduce la energía precisa para la fabricación de nuevos productos de los distintos materiales.

Las nuevas carreras de cuatro años comenzarán a estudiarse desde 2008-09

Las nuevas carreras de cuatro años comenzarán a estudiarse desde 2008-09

Efe, Madrid


      Las futuras carreras universitarias en España serán grados de 240 créditos (cuatro años) y comenzarán a estudiarse en el curso 2008-2009, por lo que los primeros titulados del nuevo sistema saldrán de las universidades españolas en junio de 2012.

      Las futuras carreras universitarias en España serán grados de 240 créditos (cuatro años) y comenzarán a estudiarse en el curso 2008-2009, por lo que los primeros titulados del nuevo sistema saldrán de las universidades españolas en junio de 2012.

 


     La ministra de Educación y Ciencia, Mercedes Cabrera, presentó ayer en conferencia de prensa la propuesta de reordenación de las enseñanzas universitarias para la convergencia en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que se estructuran en tres ciclos: Grado, Máster y Doctor.
      Todas las enseñanzas de estos tres títulos deberán someterse a evaluaciones periódicas por comisiones de expertos en dos fases: autoevaluación y evaluación externa con el fin de ser acreditadas. Los estudios que no corrijan los defectos detectados podrán perder la validez oficial.
      Las universidades diseñarán los planes de estudios de los grados concretos, que se ajustarán a las directrices generales que el Gobierno elaborará sobre cinco grandes áreas de conocimiento: Artes y Humanidades, Ciencias, Ciencias de la Salud, Ciencias Sociales y Jurídicas e Ingeniería y Arquitectura. Los grados, en los que se funden las actuales diplomaturas y licenciaturas, supondrán una cualificación profesional suficiente para el mercado laboral, sin necesidad de un segundo nivel de formación, según Cabrera. La estructura de estas titulaciones se basará en una formación común inicial de al menos 60 créditos en esas cinco familias de enseñanzas (aunque no necesariamente con asignaturas idénticas) lo que permitirá la movilidad entre títulos de una misma rama con los límites de requisitos de acceso a la titulación y, en su caso, el de plazas que se haya establecido.
      El grado incluirá la elaboración y defensa por el estudiante de un trabajo de fin de estudios, cuya valoración en créditos se fijará en el plan de estudios correspondiente.
      El máster será una titulación de especialización académica y profesional, de una duración de entre 60 y 120 créditos, entre los que se incluye también un trabajo final del alumno. Para estudiar un máster, se deberá ser graduado del EEES o equivalente de terceros países. «Excepcionalmente», según el proyecto ministerial, se podrán considerar estudios equivalentes para acceder al máster otros títulos de duración, contenidos y requisitos de acceso similares a los de un título de grado.
      Los máster orientados a la investigación podrán integrarse como parte de la formación para el título de Doctor.
Para estudiar el doctorado, se accederá desde el grado al período inicial de formación (60 créditos) y quienes hayan superado éste o hayan aprobado un máster pasarán al de investigación, conducente a la tesis.
El doctorado, sin duración fija, aunque podría andar entre los tres y cuatro años, incluirá el reconocimiento del nivel de máster aunque no se hayan cursado específicamente las enseñanzas completas del segundo ciclo universitario.