La nueva Revolución Verde
Durante las próximas décadas será necesario un esfuerzo internacional sin precedentes para alimentar a una población que pasará de seis a nueve mi millones de personas según la ONU. Podemos denominarla una segunda Revolución Verde.
La primera Revolución Verde, que se produjo en las décadas de los 50 y 60, logró duplicar la producción mundial de alimentos al aplicar los progresos científicos a la agricultura, pero se basó en el uso desmesurado de agua, fertilizantes y pesticidas.
La tarea que tenemos por delante puede ser incluso más difícil. No necesitamos sólo producir unos mil millones de toneladas adicionales de cereales en 2050, sino que necesitamos hacerlo a partir de unos recursos básicos de tierra y agua en disminución en muchas partes del mundo, y con el medioambiente cada vez más amenazado por el calentamiento global y por el cambio climático.
La FAO tendrá un papel fundamental para que esta revolución se pueda llevar a cabo, pero el proceso debe comenzar a nivel de las aldeas y comunidades en los países en desarrollo. La nueva Revolución Verde no consistirá tanto en introducir nuevas y productivas variedades de trigo o arroz, que es importante, si no en hacer un uso más sabio y eficiente de los recursos naturales a nuestra disposición para evitar errores cometidos en el pasado. Cien millones de personas se enfrentan hoy a la migración forzada como consecuencia de la desertificación y la erosión del suelo, al tiempo que las reservas acuíferas han empezado a descender en importantes zonas dedicadas al cultivo de cereales como India y China.
Las pruebas realizadas por la FAO en diversos países en desarrollo desde el año 2000 han demostrado que es posible aumentar el rendimiento de las cosechas hasta en un 30 por ciento a través de las llamadas Técnicas de Cultivo Mejoradas (ICM). Puede parecer increíble, pero se puede ahorrar agua y producir más alimentos al mismo tiempo. La clave para incrementar la producción y salvaguardar los recursos naturales se encuentra en un desarrollo agrícola sostenible desde el punto de vista medioambiental.
Invertir en agricultura nunca ha sido una de las prioridades de los políticos, que por regla general se interesan en obtener resultados a corto plazo. La población rural representa el 23% del total. La agricultura proporciona el 18% del empleo en el mundo, pero la parte del gasto público dedicada a las regiones rurales no supera en promedio el 6,5 % del total. Durante los últimos diez años se han reducido los gastos rurales por habitante de 205 a 141 dólares.
Sin embargo, hay señales concretas que van en la buena dirección a nivel nacional e internacional. Por ejemplo, los líderes africanos han decidido aumentar a un 10 por ciento de sus presupuestos nacionales los fondos destinados a la agricultura y la alimentación. Además, ahora se está invirtiendo la tendencia del Banco Mundial de destinar menos recursos a la agricultura y el desarrollo rural.
Tenemos que aceptar el hecho de que en nuestro mundo globalizado está estrechamente ligado el destino de los países desarrollados y de aquellos en desarrollo. Está claro que tenemos importantes desafíos por delante, pero no podemos escatimar en esfuerzos para superarlos. No podemos seguir permitiéndonos la desatención hacia las zonas rurales, nuestro futuro depende de la agricultura.
0 comentarios